Yo estoy oficialmente declarada súper fan de los cuentos infantiles, soy incapaz de leer un libro de adultos, sin embargo los cuentos me chiflan.
Voy a la biblioteca con mis hijos y ¡me vuelvo loca! Me apetece cogerlos todos, incluso hay veces que discuto con ellos porque quiero coger uno y ellos no, y claro cuando ya llevan dos cada uno con su carnet, no voy a llegar yo, con mis dos elecciones, a entregar mi carnet de adulta y le voy a decir a la bibliotecaria:
- Hoy me llevo la sonrisa de Luna y El gato Splat ( dos de mis cuentos favoritos).
Me encanta el ratito de la noche, los cuatro en la cama de noventa de Jorge, media hora para acoplarnos, otra media hora para que María se esté quieta y el cuartico de hora, si llega, de cuento; es sin duda mi momento, y no sólo por que por fin se acuestan y tengo algo de tiempo para mí, sino por mi ya sabido vicio por esas historietas pegadizas y divertidas dirigidas a niños a las que le llaman cuentos.
Y mi propuesta para esta noche no es otra que la de "el pollo Pepe".
Nos narra la historia de un pollo que por comer mucho se hace enorme y termina demostrando que la mamá es mucho más grande todavía.
Su formato en desplegables engancha a todos los niños, en casa nos acompaña desde que Jorge era bebé y a María le gusta tanto como a él.
También diré que el pobre pollo Pepe lleva más remiendos que un calcetín en la posguerra, ese es el inconveniente de los cuentos de desplegables con niños tan pequeños, pero ya sabéis, no hay nada que no arregle el pegamento de barra.
¿Qué hay de la filosofía Merybunda en la nueva entrada? Pues ésta lo tiene todo, tiene ese punto infantil que tendríamos que tener todos los adultos. Tiene esa ilusión por compartir un momento al día de paz en familia.Y tiene sobre todo la magia que sólo los cuentos nos pueden aportar.
Me vuelvo a despedir con la ilusión de haceros llegar sólo algunas de las cosas que nos sirvan para disfrutar, más si cabe, de la experiencia de poder compartir la vida con los niños.
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